Isabel Rauber
El Territorio Indígena Parque Nacional Isiboro Sécure (TIPNIS), un
parque reserva natural de la amazonía boliviana ascendió recientemente
al primer plano de la palestra política en Bolivia, a raíz del rechazo
de al menos una parte de sus pobladores, a la decisión
estatal-gubernamental de avanzar con la construcción de una carretera
que para articular Villa Tunari con San Ignacio de Moxos lo atravesaría.
No se trata de un tema nuevo ni de una situación urgente. Intenciones y
propuestas para unir mediante infraestructura vial ambos territorios
hubo muchas, y también litigios acerca de su pertenencia. Como recuerda
Antonio Peredo [ALAI AMLATINA, 21/09/2011], sobre la “propiedad” de
estos territorios hay un diferendo de larga data entre Cochabamba y
Beni, disconformidad que ahora –en alguna medida late también en algunas
aristas del problema presente. La situación actual emerge cuando la
carretera Tunari-Moxos, está a las puertas del TIPNIS y no se han
logrado acuerdos. Esto estimuló las manifestaciones de protesta y
rechazo al proyecto, por el respeto a los pobladores y su hábitat, por
la defensa del medio ambiente, por críticas a criterios acerca del
desarrollo, etcétera. Al parecer las conversaciones entre “las partes”
(población local y gobierno) se agotaron, y –enredado en una maleza de
múltiples factores, matrices y matices , estalló el conflicto
social-cultural y la crisis política que lo acompaña. ¿Por qué y cómo se
llega a este punto?
Teniendo en cuenta el proceso de revolución democrática intercultural
iniciado en Bolivia, la trayectoria, experiencia y el arraigo
indígena-popular de los dirigentes políticos del gobierno y el Estado,
así como también las enseñanzas frescas del llamado gasolinazo,
se supondría que el proyecto de construcción de “la carretera del
TIPNIS”, la decisión de llevarlo a cabo, contaría –cuando menos con la
conformidad de la población abarcada directamente por las
transformaciones que ello implica. Cabría suponer, además, que las
comunidades que allí habitan fueron convocadas para pensar el proyecto,
para definir sus puntos centrales –como, por ejemplo, el recorrido de
los tramos que atraviesan el parque , y tomar las decisiones
colectivamente, es decir, desde abajo. Sin embargo, los hechos
acaecidos evidencian que no ha sido así o al menos, no integralmente ,
que predominaron las decisiones tomadas desde arriba, con las consiguientes ramificaciones y los significados sociales y políticos que ellas implican.
Inmediatamente salta una pregunta: ¿Por qué no decidir qué hacer y cómo,
contando desde los primeros pasos con la participación de todos los
actores involucrados?
Y ante los últimos acontecimientos, surgen otras: ¿Por qué los órganos
decisores del gobierno y el Estado no detuvieron el proceso de
construcción de la carretera ante las primeras –y las subsiguientes-
manifestaciones de incomprensión, incomodidad o disconformidad de los
movimientos indígenas y sociales del TIPNIS? ¿Por qué apelar a la
represión antes que a la búsqueda de una razón colectiva compartida?
¿Subestimación?, ¿sordera política?, ¿convicción de tener la razón por
parte de quienes gobiernan?, ¿concepción del desarrollo?,
¿verticalismo?, ¿lógicas viejas?, ¿“paradoja señorial”?, ¿orgullos
heridos?, ¿“encierro espiritual de los gobernantes”?, ¿influencia del
poder hegemónico?... Se podrían tal vez sumar muchas otras
interrogantes, pero no habrá respuesta alguna que –aisladamente despeje
la espesura del proceso abierto.
La determinación estatal-gubernamental a construir la carretera
atravesando el TIPNIS y los acontecimientos, las explicaciones,
interpretaciones y las conductas de los diversos actores sociales,
políticos gubernamentales y no gubernamentales , desnudan no solo la
complejidad de la medida, sino la complejidad del proceso de cambio que
vive Bolivia, y en ella, las alternativas indo-afro-latinoamericanas.
Señalar el carácter complejo del proceso no significa considerarlo
“complicado”. La complejidad indica que –en este caso, como en todo lo
social-, convergen un conjunto de factores políticos, económicos,
culturales, ideológicos, identitarios y cosmovisivos, yuxtapuestos e
imbricados transversalmente. Estos factores actúan simultáneamente en
direcciones diversas y con intereses disímiles y, de conjunto, van
delineando el curso y la intensidad del proceso. Expresándose en las
conductas de los participantes, atravesándolas con sus contradicciones,
se van configurando tendencias conductuales reiterativas, persistentes.
Cuando se fortalecerse y predomina una de ellas, esta define y sintetiza
la situación inicial con un contenido y alcances generalmente diferente
al originario, situación que ninguno de los participantes
–aisladamente- habría imaginado ni dado por supuesto al inicio o en el
curso mismo del conflicto. Así ha ocurrido también con el conflicto
creado y desarrollado en torno a la construcción de “la carretera del
TIPNIS”.
Este acontecimiento sintetiza y expresa la reiteración de concepciones y
posicionamientos en disputa acerca de quiénes son los hacedores es
decir, los creadores y decisores , de las políticas orientadas al cambio
social, y cómo y desde dónde promover su realización.
El proceso de resistencia y lucha de los habitantes del TIPNIS, así como
las acciones gubernamentales en torno a ello, contiene elementos
enriquecedores del pensamiento emancipador y emancipatorio si somos
capaces de recuperarlos críticamente y crecer en conciencia colectiva.
Es parte del proceso –también contradictorio , de sedimentación
cultural. Su análisis crítico resulta de alto interés político,
pedagógico, social y cultural para pensar o repensar a partir de las
prácticas concretas , los derroteros diversos, los obstáculos, las
contradicciones y la vitalidad de la construcción de poder y hegemonía
indígena-popular revolucionaria emancipadora desde abajo. Sacar las
lecciones y aprender de esta experiencia es vital, no solo para el
proceso Boliviano sino para los pueblos de Indo-afro-latinoamérica.
Las reflexiones que ahora comparto se inspiran en este empeño, en el
entendido de que acontecimientos como el ahora se trata son parte del
caminar contradictorio de los pueblos que buscan de horizontes y vías
para construir lo nuevo, en la misma medida que lo van diseñando e
implementando. No hay manuales ni recetas que garanticen revoluciones.
Los actores socio-políticos concretos, con sus historias, saberes, sus
culturas e identidades, con sus subjetividades, sus virtudes y carencias
van haciendo caminos al andar. En sus prácticas concretas, con sus
aciertos y errores, sus marchas y contramarchas, van delineando el
proceso socio-transformador, marcando el ritmo, imponiéndole su sello
identitario.
Sin pretender agotar la complejidad que caracteriza las raíces, el
desenvolvimiento y múltiples derivaciones o ramificaciones del conflicto
de “la carretera del TIPNIS”, me referiré a los factores o fenómenos
contradictorios o en pugna mutuamente imbricados, encadenados,
eslabonados e interdefinidos, que considero más relevantes en este
momento: Concepciones acerca del desarrollo, el crecimiento económico,
el Vivir Bien y el cuidado de la naturaleza; el lugar y papel
del Estado; la articulación socio-territorial, lo nacional-plurinacional
y las autonomías; los sujetos protagonistas del proceso
socio-transformador; lógicas de arriba y de abajo; el
peso de las culturas políticas; la descolonización; el gobierno su
relación con los movimientos indígenas, sindicales y sociales y
viceversa; el desfase identitario; la interculturalidad, las
subjetividades cambiantes y la necesidad de una intersubjetivación
permanente; el lugar de la política y lo político. A continuación
centraré el análisis en algunos ellos.
►El desarrollo y el proyecto de la carretera, los pobladores, la ecología…
Desde sus primeros pasos el gobierno indígena-popular promueve cambios
sociales y busca constantemente alternativas para superar –sobre nuevas
bases la pobreza, la discriminación secular, la fragmentación interior,
la cultura colonial, las exclusiones. “El patrón de desarrollo se define
como una estructura fundamental que va más allá de la acumulación
económica y está relacionada esencialmente con la libertad cultural para
decidir, el respeto a la diversidad, al diferencia, la heterogeneidad
social y con la forma en que se organiza la vida, las sociedad y el
Estado.” [Pnd, 2006: 16]
En razón de ello, el gobierno y el Estado se han ocupado también de
articular sus propuestas y acciones socioeconómicas con las actuales
vías regionales y continentales que buscan el desarrollo. Esto
configura, desde la base, una plataforma de contradicciones originadas
en la disparidad de visiones, nociones e intereses propios de los
distintos Estados participantes de los procesos de integración regional o
continental, y se expresa particularmente en lo referente a la
definición de las alternativas posibles y las propuestas programáticas
concretas para el desarrollo, diferentes y contradictorios
posicionamientos que de alguna manera –si de articulación se trata , hay
que poner en sintonía común. En este ámbito también hay que tener en
cuenta y evaluar paso a paso la correlación de fuerzas, de conciencia,
de hegemonía político-cultural, etcétera. El debate del desarrollo y las
propuestas han de tener presente también en cada momento esta
intercondicionalidad, las interdefiniciones concretas que van imponiendo
los tiempos y los ritmos de la conciencia histórica colectiva nacional,
regional, continental y mundial.
La superación de la racionalidad depredadora y consumista implantada por el capital, por un sistema que tenga a la vida en
el centro de su racionalidad productivo-reproductiva, implica un cambio
civilizatorio, es decir, un cambio en el modo socio-cultural de vida de
la humanidad toda. Un solo país no podrá romper con el sistema mundo.
La desconexión del sistema mundial regido por el capital es posible,
pero hay que tener con quien conectarse, con quien ir creando y
construyendo ese otro mundo anhelado. No se logra mágicamente; no basta
con los deseos y las voluntades individuales, grupales, o de un pueblo,
de un país. Losavances en el ámbito de un solo país constituyen
fragmentos de lo nuevo que nace y que necesita –como el oxígeno
articularse, converger con transformaciones de otros países empeñados en
la misma direccionalidad. Las alternativas irán emergiendo en ese
caminar, atravesando laberintos incógnitos, construyendo-conformando
arítmicamente un nuevo “orden” (metabólico social) mundial, un nuevo
sistema mundo basado en el cuidado de la reproducción de la vida en
todas sus dimensiones y expresiones, alumbrando una nueva civilización.
Sus elementos y principios se van perfilando y definiendo en los
procesos locales desde el presente, por eso es tan importante no
subestimarlos, ni desperdiciar las oportunidades de crear y experimentar
lo nuevo...
Esto late en la búsqueda de nuevos paradigmas, horizontes y caminos para el desarrollo en aras delVivir Bien,
cuyas lógicas descolonizadas y descolonizadoras hacen a la concreción
de los derechos universales de defensa de la vida humano-natural y sus
principios de equidad, complementariedad, interculturalidad,
plurinacionalidad, equilibrio, solidaridad. “En ese sentido, el Vivir
Bien corresponde a un patrón de desarrollo y de democratización
integral, plurinacional y diversificado, donde el desarrollo y la
democracia tiene la misma importancia. No existe desarrollo sin
democracia, sin extender la participación social en la actividad y las
decisiones políticas, económicas y culturales.” [Pnd, 2006: 16]
Está claro que apostar por una concepción diferente acerca del desarrollo y progreso es vital. Como señalo en el libro Revoluciones desde abajo:
“El modelo de desarrollo basado en el molde consumista-destructivo del
capital, resulta claramente incompatible con la sobrevivencia de la
humanidad. El capitalismo globalizado, expresión máxima de esta
civilización oxidental [Boff], hace aguas. No puede
mantenerse; hacerlo equivaldría a extender y profundizar la producción
destructiva de la sociedad y la naturaleza. Hoy, cuando la crisis de los
capitales expone sus deficiencias a las conciencias de la humanidad,
sería un contrasentido continuar sosteniendo que tal especulación,
saqueo y guerrerismo que abonan la escandalosa riqueza y abundancia de
quienes constituyen el corazón del capital global y sus entornos
cercanos , es condición o premisa para el cambio y el progreso sociales.
Sin embargo, la constatación de esta realidad no implica su superación.
El desafío consiste, en este sentido, en buscar nuevas alternativas de
desarrollo basadas en una nueva concepción del mundo, es decir, de la
relación humanidad-naturaleza. En base a ella será posible construir y
apostar a una concepción de desarrollo ajena al esquema impuesto por el
poder (que pretende, por ejemplo, que para “llegar al desarrollo” es
inevitable “alcanzar” a los países desarrollados del Norte, por derecha o
por izquierda).
“El socialismo del siglo XX dio por sentado que el tránsito al
socialismo implicaba recorrer el camino al desarrollo truncado o
deformado por el capitalismo. Con el afianzamiento de la revolución
socialista de octubre, las nuevas revoluciones se propusieron –contando
con el apoyo de la URSS y demás países socialistas “desarrollados” ,
acortar el tiempo de construcción de las bases para dar el salto hacia
el socialismo. Esto implicó por izquierda , la asimilación y extensión
del modelo eurocéntrico de desarrollo, al socialismo y la transición.
Los resultados adversos están a la vista. Sin embargo, las concepciones
culturales están, en gran medida, vigentes.
“(…) las posiciones revolucionarias en el siglo XX, en su mayoría,
priorizaron la cuestión económica por sobre las sociales, culturales,
etc., y centraron en ella el programa de transformaciones, relegando a
un segundo o tercer plano la cuestión medular de toda revolución: ser un
camino de liberación construido por sus protagonistas y a través de
ellos , de la sociedad toda.” [Rauber, 2011: 92-93]
Pero los caminos revolucionarios no los emprenden los pueblos para
“superar la dominación y salir del subdesarrollo”, sino para liberarse y
poder llevar una vida en plenitud [Suma Kawsay, Vivir Bien, Ñande Reko]
y es en el proceso de su liberación, simultáneamente, que pueden ir
saliendo del subdesarrollo y la dominación (superándolos), y no al
revés.
La experiencia socio-transformadora de los pueblos de Bolivia, desde la
constitución misma de los sujetos del cambio, emerge distanciándose del
economicismo burocrático socialista del siglo XX, de las concepciones
desarrollistas de izquierda o derecha, y cuestiona tales paradigmas. El
proceso revolucionario boliviano ha hecho del Vivir Bien su
fundamento y brújula, a partir del cual se van definiendo sus
principios, sus sentidos, sus contenidos y los sujetos del cambio
social. Lo que enseña la experiencia es que, además de tener claras las
ideas y su formulación, hay que transitar el proceso complejo y
contradictorio de su construcción concreta en la arenas movedizas de la
vida real, donde los diversos actores se encuentran y desencuentran
permanentemente, haciendo necesario el debate y la construcción de las
convergencias a cada paso, reconociendo la existencia natural de
contradicciones entre sus cosmovisiones, identidades, aspiraciones o
necesidades sectoriales, regionales, comunitarias o económicas,
políticas, religiosas, etcétera.
Está visto que no por querer hacer el bien se hacen las cosas bien. No
porque los deseos o propuestas favorezcan al colectivo ya es colectivo
el procedimiento… No basta con las buenas intenciones, no basta tampoco
con “tener la razón”. En política revolucionaria, la razón es (o tiene
que ser) colectiva o de mayorías, y esto hay que construirlo.
Generalmente surgen propuestas individuales, de grupos o de algunos
actores sociales, pero –en los procesos socio-transformadores desde
abajo , esa razón “parcial” tendrá que someterse a su
colectivización-modificación apropiación por las mayorías, o no se
consolidará socialmente como tal razón.
Lo ocurrido con le propuesta y la protesta alrededor de la construcción
de la carretera que atravesaría el TIPNIS es un claro ejemplo de ello:
de las intenciones y la voluntad de unos y otros, y de lo contradictorio
del proceso y sus caminos de transición en los que afloran cada cierto
tiempo, en conflictos como este, nuestras incapacidades y capacidades
políticas histórico culturales. Esto enseña, una vez más que la
transformación social es un proceso de aprendizaje colectivo, en el que
está presente la metodología de la prueba y el error.
Ciertamente no hay fórmulas infalibles esperando en alguna biblioteca para “ser aplicadas”, pero sí se puede ir rompiendo el círculo maldito de
supervivencia de la hegemonía del poder del capital que disocia
permanentemente el sistema productivo y el reproductivo, los decisores y
los ejecutores, el Estado y la sociedad, la sociedad y la naturaleza,
el gobierno y el pueblo, que extravía el pueblo en sectores, los
sectores en capas, las capas en fragmentos, los fragmentos en átomos y
así hasta llegar a la disgregación del individuo y su imagen en el
espejo, a la esquizofrenia total.
¿Manifestaciones de lo expresado? Por ejemplo, los enfrentamientos que
se desataron en la discusión práctica por “la carretera del TIPNIS”,
entre gobierno y pueblos indígenas que viven en realidades propias de
las “tierras bajas”, cuyas nacionalidades e identidades no están
directamente expresadas ni contenidas en los movimientos indígenas,
campesinos sindicales y sociales que vienen motorizando el proceso de
cambios. La persistencia en las posiciones desencontradas, hizo que –en
vez de avanzar en acuerdos y la reformulación de propuestas para la
construcción de la carretera , se abrieran puertas al renacimiento del
país –subyacente dividido en regiones. Con ello salta a la palestra
política la diferencia entre la proclamación del “Estado plurinacional” y
la realidad de la construcción y existencia de dicho Estado.
Con esta crisis reaparece la contradictoria relación entre el Estado “nacional” y las autonomíasregionales,
departamentales y comunitarias, entre la “razón de Estado” y el derecho
a decidir de cada región, de cada población, de cada comunidad…
►La definición del Estado como actor director del proceso.
Consultando el Plan Nacional de Desarrollo (2006-2010), puede observarse
que en sus definiciones de partida, el Ejecutivo prioriza la
reconstrucción del Estado, recuperándolo como un actor clave para la generación de las políticas encaminadas a cumplir con los objetivos formulados.
Esta definición marca un posicionamiento político del Estado y el
gobierno en relación con las políticas públicas, la sociedad y la
ciudadanía que configura un ámbito de alerta: al establecer que
el Estado tiene el “papel director de la actividad económica” [PND,
2006: 22] se abren las puertas para ser atrapado por la vieja cultura
política que traduce esto como que: el “Estado decide”.
Pero en la perspectiva política socio-transformadora revolucionaria de
los gobiernos enraizados en lo indígena popular, como el actual gobierno
de Bolivia, la centralidad del papel del Estado resulta anclada a la
posibilidad de construir –colectivamente, con el impulso del Estado y el
gobierno- una nueva modalidad de articulación (intercultural, dialógica
y descolonizada) entre Estado-sociedad-ciudadanía-naturaleza, es
decir, un nuevo tipo de Estado. [PND, 2006: 22] Un Estado
basado en el impulso creciente de la participación protagónica de los
movimientos indígenas y sociales en la formulación, realización,
seguimiento y control de las políticas públicas y sociales, estimulando
el fortalecimiento de su empoderamiento colectivo, así como
–simultáneamente la transformación desde abajo del aparato estatal, del
sentido de su quehacer social y de los sujetos que lo protagonizan.
[PND, 2006: 16-18]
¿En cuál perspectiva se inscribe lo que ha ocurrido con la definición y
el tratamiento del proyecto de “la carretera del TIPNIS”? No hay una
respuesta unívoca a esta interrogante, pero la tendencia de los
acontecimientos evidencia que el paso primero, sencillo y elemental fue
ignorado: preguntar.
La pregunta supone el reconocimiento del otro o de los otros
como sujetos, como interlocutores válidos, y despeja el camino de
desencuentros posteriores. La hermenéutica política presente en los
procesos de construcción de poder desde abajo comienza con la pregunta a
los actores y sectores partícipes del problema, o a los conocedores de
un tema a tratar, o a los pobladores de una región a transformar o que
se encuentra, por ejemplo, en situación de emergencia por catástrofe
natural. Consiguientemente, preguntar supone tener la paciencia para
escuchar las respuestas y reflexiones, para –sobre esa base promover los
diálogos encaminados a la construcción de saberes, conclusiones o
propuestas colectivas.
Pero, si es tan sencillo, ¿por qué no ocurre? Intervienen disímiles
factores. De ellos resaltaré lo que nuevamente –después de la medida de
la suba del precio de los hidrocarburos, en diciembre de 2010 , se
evidencia como elemento político cultural reiterativo en esto: la
creencia de que el Estado se constituye en actor central porque “decide”
y lo hace con propuestas (seriamente) fundamentadas, con indiscutibles
argumentos técnicos (económicos y de ingeniería).
La presencia y labor de los técnicos en sí misma no puede catalogarse
como favorable ni desfavorable; lo que define el proceso es cómo y
quiénes construyen y definen el proyecto: si se trabaja a partir de
datos, estadísticas y análisis de expertos académicos o se parte de la
pregunta a los habitantes del lugar, escuchando lo que ellos tienen que
decir, que aportar, decidiendo conjuntamente: los técnicos, la población
participante, y los funcionarios del Estado. Evidentemente los
distintos posicionamientos en esto, responden a diversas razones
políticas, culturales y epistemológicas que los atraviesan.
¿Dónde está el saber y quienes lo detentan? ¿Por qué pensar que los
técnicos y funcionarios saben, y que los movimientos indígenas, la
población que habita el lugar, carece de capacidad para entender de qué
se trata? Está demostrado en este como en todos los casos , que es al
revés.
Como señalaba en enero de este año reflexionando acerca de la ocurrencia del gasolinazo:
“Si se hubiese discutido el problema del precio de la gasolina y
petróleo, etc., con las organizaciones sociales, si se hubiese
consensuado una medida y los pasos para su implementación, nada de lo
ocurrido hubiese pasado. No sé cual habría sido la propuesta, pero los
resultados habrían sido diferentes: nadie sale a protestar contra lo que
acordó.”
Y nuevamente ocurrió…
►La persistencia en decidir desde arriba y la preeminencia de lógicas superestructurales acerca del cambio social.
La complejidad del problema de “la carretera del TIPNIS” tiene raíces e
implicaciones político-culturales de mayor alcance que las que
produjeron la medida estatal-gubernamental que desencadenó elgasolinazo.
Pero aunque no son situaciones ni comportamientos idénticos, este hecho
marca una profundización de la tendencia superestructuralista que se
manifestó claramente en aquellos hechos. Es la reiteración de decisiones
tomadas con preeminencia de lo superestructural lo que indica el
predominio político-cultural de la vieja pero aun muy presente
concepción de la revolución social desde arriba.
Esta claro, pese a sus diferencias, que ninguno de los dos
acontecimientos respondió a cuestiones técnicas, sino políticas y, en
este sentido, ambos hechos indican lo mismo: la participación de las
población, de los movimientos indígenas y sociales, es determinante
desde el primer paso y durante todas las etapas y dimensiones de los
procesos de construcción de proyectos colectivos, para la toma de
decisiones de políticas públicas o sociales, para definir e impulsar
reformas socioeconómicas... Las decisiones tomadas “a puertas cerradas”,
independientemente de lo excelente que puedan ser sus fundamentos y
propósitos, inspiran siempre desconfianzas y generan rechazos porque
“aparecen” enlatadas y porque en vez de aportar a la construcción del
sujeto colectivo, reeditan el viejo estilo vanguardista elitista
colonizado y colonizador.
Construir el nuevo tipo de Estado plurinacional intercultural y
descolonizado implica ir abriendo cada vez más espacios a la
participación de los de abajo en la definición de los rumbos y tareas
del quehacer estatal, educando y propiciando a cada paso que los
diversos sectores y actores que dan cuerpo al pueblo vayan participando
cada vez más en las decisiones y definiciones de las políticas públicas y
socioeconómicas.[Pnd, 2006:12-16] Esto hace del Estado y sus
instituciones una importante herramienta de los pueblos para diseñar,
decidir e impulsar los cambios creados y gestados con su participación
consciente. La centralidad no está entonces en el Estado sino, una vez
más, en los sujetos, en su creatividad, en su participación cada vez más
consciente y comprometida.
►La organización y la labor políticas resurgen como elementos vitales.
En la raíz de la conformación articulación del nuevo tipo de Estado,
late la articulación política entre los diversos actores sociales del
campo indo-popular, de sus problemáticas, sus identidades, sus
cosmovisiones, sus aspiraciones. No es lo económico lo que tracciona el
proceso, no es economicista la transformación; su corazón y su cabeza lo
constituyen los hombres y las mujeres de la diversidad del campo
indo-popular. Pero hay que superar la fragmentación histórica y
presente, y ello no se logrará automática ni espontáneamente.
Es indispensable la acción de una organización política de nuevo tipo,
conciente de estos desafíos, y capaz de trabajar en pos de resolverlos a
favor de lo colectivo-social. Una organización que centre su quehacer
en la articulación de lo diverso, que esté abierta a la pluralidad de
actores con sus reivindicaciones y aspiraciones, que promueva la
construcción de puentes y nudos de encuentro y convergencia entre ellos,
fomentando interrelaciones en horizontalidad y equidad (sin jerarquías
discriminatorias), para ir construyendo entre todos y todas, desde
abajo, el actor político colectivo.
Esta organización política no puede equipararse con los tradicionales
partidos políticos. Estos resultan ineficientes a los fines mencionados
porque son incapaces de aportar y apostar a la construcción de un actor
colectivo; giran en torno a sí mismos y despliegan sus actividades para
situarse en el centro de la escena política y mediática para ganar las
elecciones.
En Bolivia, las fuerzas político-sociales que gobiernan han constituido
previamente el MAS, Instrumento Político para la Soberanía de los
Pueblos, pero, ¿está abocado el MAS a construir desde abajo y con los de
abajo las articulaciones sociales, culturales, políticas, orientadas a
la conformación de una conducción colectiva, capaz de pensar, debatir,
definir y respaldar en sus prácticas el proceso-proyecto
socio-transformador? La propuesta y la protesta del TIPNIS indican que
no es así o, al menos, no todo lo que hace falta.
Sin la mediación de la labor política articuladora y rearticuladora de
lo colectivo social (totalidad), activadora también del entrelazamiento
de la labor gubernamental con los movimientos indígenas, sindicales,
sociales populares y viceversa, la separación histórica entre gobierno y
sociedad crece, y las fuerzas gubernamentales y su organización
política otrora catalizadoras y expresión de la totalidad indo-popular ,
se transformarán –en corto plazo en un sector y actor más entre todos
los sectores y actores existentes. Con la sectorialización del gobierno
se sectorializa lo social y lo político se corporativiza.
En tales condiciones, la disputa inter-hegemónica en el campo
indígena-popular, lejos de decrecer se agudiza. Germinan entonces las
condiciones para el florecimiento de las luchas de todos contra todos,
objetivo central del poder del capital para reinstalar su hegemonía
ahora debilitada, pero no desarticulada ni dormida.
►La “intersubjetivación” es constante.
Hay que estar atentos permanentemente a la composición, descomposición y
recomposición del hegemonía indo-popular del proceso de cambios, es
decir, a la construcción y reconstrucción constante del campo
indígena-popular como totalidad. Los actores-sujetos impulsores del
proceso no se restringirán in eternum al “grupo inicial”, ni
tampoco el partido de gobierno continuará siendo en todos los tiempos
–necesariamente , la síntesis y expresión totalizadora del conjunto de
movimientos indígenas y sociales y de todos los otros actores del campo
popular.
Los intereses sectoriales-corporativos se modifican, se constituyen,
reconstituyen y reconstituyen acorde con las diferentes situaciones y
condiciones; su superación e integración en articulaciones
colectivizadoras necesita ser creada y recreada en cada momento, acorde
con las tareas, contradicciones o conflictos propios de cada momento, y
con las capacidades y posibilidades de los actores sociopolíticos y sus
realidades. Para ello, es vital desterrar las viejas miradas y lecturas
lineales y deterministas de los procesos sociales.
La instalación de un gobierno indígena-popular produjo un gigantesco y
acelerado cambio de la realidad social boliviana. Esto favoreció la
emergencia, configuración o maduración de actores sociales nuevos o
antes invisibilizados, incluyendo a quienes ahora están en el gobierno y
se enfrentan, por ejemplo, la problemática de gobernar. Esto va
modificando el mapa sociopolítico de los actores-sujetos del campo
indo-popular, abarcando reivindicaciones y problemáticas hasta hace poco
adormecidas, secundarizadas o desconocidas. Surgen también nuevas
contradicciones y tensiones al proceso, que pueden desencadenar
acontecimientos político-sociales inesperados, en el propio campo
indo-popular. ¿Por qué ocurre esto?
Porque las formas, modalidades y personificaciones organizadas del campo indo-popular que pudieron constituir una identificación totalizadora aglutinante
de los grandes actores sociopolíticos de las luchas sociales y
políticas protagonizadas hasta el momento constitutivo del actual
gobierno, hoy resultan insuficientes. Y esto no se debe a “errores” ni a
cuestiones “negativas”, sino a la dinámica “natural” de los procesos
sociales. Como advirtiera Zavaleta, son las dinámicas sociales concretas
las que hacen que: “…incluso lo que se ha hecho general, tarde o
temprano tiende a convertirse en el símbolo conservador de lo
particular. La intersubjetivación debe, por tanto, reproducirse de un
modo constante.” [Zavaleta Mercado, 1986:27]
Atender a ello es parte de las tareas políticas vitales del proceso
socio-transformador, conscientes de que el proceso de la revolución
democrático-cultural es una suerte de pulseada social política y
cultural colectiva permanente, en pugna por afianzar la hegemonía
indígena-popular en la misma medida que la configurando y construyendo.
No hay garantías ni caminos pre-establecidos, es una lucha y creación
constantes de los pueblos en busca de su liberación plena, desde abajo.
►La manipulación política de los hechos, por parte de los oportunistas y de los adversarios ideológicos del gobierno y del proyecto socio-transformador.
La construcción de “la carretera del TIPNIS” como toda propuesta o
proyecto impulsado o emanado desde el gobierno, discute su legitimidad
además de con los “los suyos” y entre los suyos , con los actores
–abiertos o encubiertos del poder desplazado del capital y sus
personeros locales e internacionales. Es decir, se mueve en el terreno
de lo político, que es –naturalmente- el de los conflictos. No cabe
entonces extrañarse ante la manipulación que hacen los poderosos de
adentro y afuera alrededor de “la carretera del TIPNIS”, ni ante sus
mentiras, ni ante la exageración mediática, el engaño y la
tergiversación de las informaciones que difunden… eso es parte de la
disputa política de fuerzas en pugna. No puede esperarse que los
adversarios se queden cruzados de brazos observando como se les
arrebatan sus fuentes de poder: como se pone fin al analfabetismo, a la
fragmentación y discriminación social, étnica, territorial, al acceso y
la disponibilidad elitista de los recursos naturales.
Está en diputa el poder, que no es un edificio, ni se reduce al aparato
estatal-gubernamental, ni a lo económico, es una conjunción de
relaciones sociales (económicas, políticas, ideológicas, culturales)
articuladas en función del predominio de una de ellas, que se halla en
movimiento y jaque permanente de fuerzas que pugnan por conquistar
construir la mayoría, es decir, por lograr la supremacía e imponer su
voluntad (por decretos o por consenso, la imposición se produce en
relación a los adversarios). No puede pretenderse que el Capital (y sus
personeros de adentro y de afuera), permanezca impasible observando los
cambios sociales que significan para él, la pérdida o disminución de su
poder, de su dominación hegemónica. El caso de “la carretera del TIPNIS”
–como pudiera ser cualquier otro-, ha sido a todas luces agigantado y
manipulado por estos adversarios del proceso, para constituirlo en
plataforma de desgaste y deslegitimación política del gobierno, en
tribuna abierta contra del proyecto revolucionario liberador, utilizada
como arma de deslegitimación política de los gobernantes. Es decir,
ellos cumplen a pie juntillas con el más elemental de los manuales de la
acción política.
¿Invalida esta “injerencia” política la justeza del reclamo de los pobladores del TIPNIS?
Por supuesto que no; ellos son las víctimas de este enredo político y de
los errores de los procedimientos realizados desde las estructuras
estatales y gubernamentales: desde la concepción y elaboración del
proyecto hasta la represión de los manifestantes, pasando por las
renuncias de los ministros/as, las disculpas del Presidente Evo Morales
Ayma, y las sucesiones de hechos y lecturas que emergen y emergerán a
partir de lo ocurrido.
Es vital que se reconozca a los habitantes del TIPNIS como pueblos y
nacionalidades, y que aunado a ello se abran caminos de apoyo a su
constitución y acción como actores con los que, consiguientemente, hay
que contar, sobre todo, para transformaciones que hacen a sus
comunidades, a sus formas de vida, a su identidad y cultura…
Álvaro García Linera en su reciente libro Onegeismo (2011),
expone argumentos sobrados para comprender la importancia que la
construcción de la carretera que atravesará el TIPNIS tiene para la
concepción del gobierno y el Estado; estos ayudan también a identificar
las posiciones de los oportunistas y de los representantes del viejo
poder. Pero esto es insuficiente para que la propuesta sea viable,
compartida y apoyada –tal cual por los habitantes de todos los
territorios que atravesará dicha carretera.
En tal situación, conviene reiterar las reflexiones que como advertencia
y recomendación política , expresara recientemente Antonio Peredo: “Es
cierto que la vertebración del país es necesaria como la forma básica de
unidad nacional. Pero no podemos hacerlo a costa de algunos pueblos que
sufrieron la brutalidad de los patrones de antes y que ahora se sienten
engañados. // ‘En tiempos inmemoriales se erigieron montañas, se
desplazaron ríos, se formaron lagos. Nuestra amazonía, nuestro chaco,
nuestro altiplano y nuestros llanos y valles se cubrieron de verdores y
flores. Poblamos esta sagrada Madre Tierra con rostros diferentes y
comprendimos desde entonces la pluralidad vigente de todas las cosas y
nuestra diversidad como seres y culturas’.” [Alai amlatina, 21/09/2011]
►La clave pedagógica vital radica en las prácticas.
No son los discursos, ni los programas, ni las metodologías, ni los
“buenos” gobernantes, ni los propósitos, los que hacen viable los
procesos revolucionarios o revolucionarios a los procesos. Son los
sujetos, los hombres y las mujeres del pueblo que sueñan y anhelan un
mundo mejor y crean las alternativas para ello en sus prácticas
cotidianas, proyectándolas desde ahí hacia la dinámica social toda. No
se avanza con medidas superestructurales por muy justas y razonables que
estas sean. El protagonismo popular colectivo se forja a cada paso y en
cada paso, incluso en la elaboración de las resoluciones o proyectos
gubernamentales, estatales…
En esta dimensión se asoma el rostro positivo, educador, enriquecedor
del conflicto en torno a “la carretera del TIPNIS”: contribuye al
reconocimiento de los sujetos, sus metodologías –construidas en las
prácticas por ellos , y sus identidades y propuestas. En tal sentido, lo
acontecido puede fortalecer –recuperación crítica y autocrítica
mediante , el proceso de construcción del Estado plurinacional,
intercultural y descolonizado de Bolivia.
Y digo esto porque entiendo que esta crisis es parte de las tensiones
del proceso de cambio, que abrió un tiempo social en el cual, siguiendo
el pensamiento de Zavaleta, “las cosas (…) se presentan como son verdad”
[1986: 21]. Con ella y en ella se abrieron las puertas a la
visibilización de los países que habitan Bolivia. He aquí otra
significación de lo ocurrido y de lo que está ocurriendo: el conflicto
abre oportunidades para conocer lo que en momentos “normales” (de
predominio de la engañosa homogeneidad capitalista) de la vida social
permanece sumergido, oculto al conocimiento, al pensamiento y a la
acción política.
Esto subraya la importancia de estar permanentemente atentos y con las
entendederas abiertas a la realidad, para aprender de la experiencia,
del quehacer cotidiano de los actores sociales y políticos,
gubernamentales y no gubernamentales concretos, porque como enfatizó
Zavaleta, y retomo y reitero ahora: “conocerse es ya casi vencer.”
Que así sea.
Isabel Rauber. Pensadora latinoamericana. Estudiosa de los
procesos de construcción de poder popular desde abajo en
indo-afro-latinoamerica. Profesora universitaria. Pedagoga política.
Doctora en Filosofía.
Textos citados
- García Linera, Alvaro. 2011. Onegeismo. Vicepresidencia del Estado. Presidencia de la Asamblea Legislativa Plurinacional.
- Peredo, Antonio. 2011. “Bolivia: No destruir el TIPNIS”. ALAI (http://alainet.org)
- Plan Nacional de Desarrollo. 2006. Ministerio de Planificación. La Paz
- Rauber, Isabel. 2011. Revoluciones desde abajo. FBDM, La Paz.
- Zavaleta Mercado, René. 1986. Lo nacional-popular en Bolivia. Siglo XXI Editores, México
Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=136823&titular=reflexiones-acerca-del-proceso-de-la-carretera-del-tipnis-
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