Ramón Rocha Monroy*
Desarrollo y conservación son los ejes de la
confrontación en torno a la construcción de la carretera por medio del
TIPNIS, dice el escritor Ramón Rocha Monroy en un amplio análisis sobre
la naturaleza del conflicto, sus implicaciones y proyecciones
Plataformaenergetica.org (La Paz, 22/09/11).- Dos posiciones se han
contrapuesto en el problema del TIPNIS, y las dos, en sus orígenes, son
parte del movimiento popular. Sin embargo, hay intereses políticos y
electorales que buscan postergar la conciliación o resolución de ambas
posiciones en una que contenga a ambas y las supere.
A menos de un mes de las elecciones para renovar el órgano judicial,
la oposición, que busca el voto nulo, parecería perseguir la
prolongación del conflicto para influir en los electores. Es como si
trataran de demorar la fermentación de un líquido que tiene su proceso
interno en tiempos y resultados previstos. Quizá intuyen que al final se
impondrá el interés general, como en toda democracia, pero entretanto
buscan hacer durar el conflicto y amplificarlo hacia las ciudades. Que
este sea un movimiento sincero, no interesa a la hora de medir sus
resultados electorales. La oposición quiere el fracaso de las elecciones
del órgano judicial y tiene entre manos un motivo digno de invertir en
una campaña por el voto nulo. Elegir por sufragio general a los
magistrados es un principio bueno, importante, quizá el más apropiado
para luchar contra la corrupción de la justicia; pero la oposición no
busca elegir sino anular. Su apuesta es dura: todo o nada.
Nunca en el pasado triunfó la opción del voto nulo o en blanco, pero
hoy la oposición está concentrando su esfuerzo en esta sumatoria que
marcaría el rechazo general a las próximas elecciones. Y para ello, el
conflicto del TIPNIS es un motivo importante para explotarlo contra el
gobierno. Lo que menos hay es un juicio sereno sobre los orígenes de
esas dos tendencias del movimiento popular que se enfrentan en el
TIPNIS: el desarrollo vs. la conservación.
EL DESARROLLO DE LAS FUERZAS PRODUCTIVAS
El movimiento popular tiene una fuerte raigambre marxista en sus
concepciones. Una de las leyes básicas del marxismo es la contradicción
entre el desarrollo de las fuerzas productivas y las relaciones de
producción, que genera las revoluciones, los grandes cambios históricos.
La carretera Beni-Cochabamba es un anhelo viejo como la república, un
sueño persistente desde Sucre y Ballivián, este último creador del
Departamento del Beni. La apertura de esa carretera es un anhelo de
integración territorial y no sólo un afán del Brasil para llegar al
Océano Pacífico. Las veces que ha sido planteada su construcción, han
aparecido “cien ingenieros de escritorio” (la expresión es del escritor
beniano Rodolfo Pinto Parada) los cuales han frustrado esos intentos.
Son tres millones de cabezas de ganado que se van a volcar hacia el
centro del país, y de ahí van a ser distribuidas en el mercado interno y
para la exportación. Esa carretera va a desarrollar la industria
cárnica en los dos departamentos, y ha de multiplicar el PIB beniano,
cuya participación en el PIB boliviano es muy pequeña.
Con esa carretera, será muy fácil el acceso del conjunto del país al
inmenso territorio del Beni, y aumentará el desplazamiento de la
población beniana a otros centros. Todo ello significa desarrollo de las
fuerzas productivas. Sin embargo, las relaciones de producción que
plantean los conservacionistas no permite ese desarrollo, y entonces, en
esa lógica marxista, ese desarrollo no tardará en imponerse. Beni y
Cochabamba son mucho más en territorio, población y recursos naturales
que el TIPNIS.
El marxismo es un pensamiento liberador; ha sido concebido para
buscar una sociedad más justa y equitativa y no como instrumento de
opresión.
Sin embargo, tiene limitaciones históricas debido a sus orígenes en
el pensamiento occidental. El marxismo es heredero del racionalismo
occidental, es su producto más importante, es un pensamiento cartesiano.
Por eso mismo, tiene limitaciones históricas, porque no tiene
respuestas a nuevas problemáticas surgidas en el campo popular.
El yo cartesiano es el sujeto que conoce; el resto es sólo objeto de
conocimiento. Pero el yo cartesiano es un individuo varón, blanco,
europeo, letrado, propietario, heterosexual, cultor de la inteligencia
técnica, de la cultura occidental, de la civilización material. En
cambio, para el yo cartesiano, son sólo objetos de conocimiento la
comunidad, la mujer, la gente de color, los no europeos, los
analfabetos, los desposeídos, los gays, lesbianas y trans, los cultores
de la inteligencia social, de la diversidad cultural, de la conservación
de la naturaleza.
Estas oposiciones al yo cartesiano impugnan su condición de objetos
porque quieren legítimamente constituirse en sujetos del conocimiento.
El mérito es de las mujeres, las iniciadoras de la lucha contra la
sociedad patriarcal que oprime también a los varones que no corresponden
al paradigma del individuo macho, heterosexual, etc. En suma,
cartesiano.
En el movimiento femenino se han originado nuevas banderas de lucha
popular para ampliar la democracia. Una de esas banderas es la que
denuncia el mito de la productividad, el desarrollo indiscriminado de la
civilización material, la imposición de la cultura de Occidente a la
diversidad cultural, la destrucción de la naturaleza.
Para esta nueva problemática, hay que decirlo, el marxismo no tiene
respuestas. En realidad, no tendría que tenerlas pues en sus orígenes es
una postura filosófica occidental. Pero muchos pensadores marxistas
tratan de rescatar el potencial liberador del marxismo buscando
respuestas populares para esas nuevas banderas. Un marxista clásico no
puede ser conservacionista porque apuesta al desarrollo económico y
social, al desarrollo de las fuerzas productivas; un conservacionista no
es un marxista, y a veces se ubica en las antípodas del marxismo,
porque busca la conservación de la naturaleza antes que el desarrollo
económico y social.
La pugna de ambas posiciones se da en el campo popular. Pero entonces
¿por qué no dejamos que se resuelva allí, en el campo popular, con sus
actores populares? Ellos que se pronuncien y que, como en toda
democracia, se busque el interés de la mayoría.
La situación de los tres pueblos que habitan el TIPNIS es penosa,
como es dramática la marcha indígena, que debe merecer nuestro respeto y
aprecio. Pero la lógica de quienes buscan el desarrollo económico y
social es distinta, y ha de acabar por imponerse.
Una hipótesis que formulo con respeto, no buscando herir
susceptibilidades, es la siguiente: la fuerza del proceso histórico que
comanda el gobierno está no sólo en los movimientos sociales sino en una
extensión horizontal del modelo de acumulación, que incluye la economía
clandestina (el triángulo narcotráfico-contrabando-librecambio) y sus
conexiones con la corrupción en el seno del Estado.
La diferencia es que antes de este proceso, la economía clandestina y
sus conexiones con la corrupción estatal estaban en manos de quienes
acaparaban el ingreso. Se podía hablar de unas cuantas cabezas y de unas
cuantas mafias del narcotráfico, del contrabando, del librecambio y de
la corrupción estatal. Pero ahora ese modelo de acumulación se ha
extendido horizontalmente, se ha convertido en un patrimonio social, y
entonces es difícil identificar familias o grupos de privilegiados.
Fuenteovejuna: todos estamos incluidos, los que sabemos y los que no
lo sabemos. Antes había pocas familias que acaparaban el narcotráfico,
el contrabando, el librecambio; ahora son patrimonio de todos, los que
se dan cuenta y los que no se dan cuenta. Esta es la solidez y el talón
de Aquiles del proceso actual: que se hable de cien mil importadores de
chutos, de una cantidad ilimitada de pozas de maceración de coca, de
contrabando generalizado, todo eso tiene rostro popular.
Sin embargo, es absurdo limitar el ingreso nacional a la economía
clandestina, porque el PIB es mucho más que eso. Unir Cochabamba y Beni
con una carretera quizá aliente la economía clandestina, pero no sólo
eso: también ha de desarrollar las fuerzas productivas, ha de integrar
el territorio, ha de estimular el diálogo intercultural y la búsqueda de
intereses comunes; ha de ser un factor de desarrollo importante para
dos departamentos y para el país en su conjunto. Por eso es un asunto
indetenible, cuya lógica no se reduce a las consignas de la oposición.
Es posible que el gobierno pague electoralmente las consecuencias de
imponer la lógica popular del desarrollo sobre la lógica de la
conservación, pero a quienes tratamos de entender el problema del TIPNIS
no nos anima defender al gobierno sino velar por el inmenso conjunto de
intereses del Beni, de Cochabamba y del país. Y en ese terreno, cuatro
consignas políticas no nos van a mamar.
*Ramón Rocha Monroy es escritor, periodista y ex viceministro de
Culturas (1999). El título original del artículo es “TIPNIS: Desarrollo
vs. Conservación
** Este es un servicio de la Plataforma de Política Energética, un
espacio permanente, plural y abierto a todos, para compartir
información, generar conocimiento y promover el debate público sobre los
temas fundamentales del sector energético (www.plataformaenergetica.org)
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